Seguramente usted ya visitó Galápagos o quizás es un destino
que aún está pendiente en su lista de lugares por recorrer, lo cierto es que es
un punto obligatorio para todo ecuatoriano o extranjero que se considere un buen viajero. Un aventurero.
Un aventurero que está abierto a dejarse maravillar y
apreciar la riqueza natural o cultural del lugar donde está parado, con el
sencillo asombro de una primera vez. Sin embargo, a veces es difícil evitar influenciarnos
por las expectativas positivas o
negativas causadas por comentarios o críticas de otros viajeros o a veces por
la internet que ayuda para que nos hagamos una idea visual de lo que nos
espera.
Y por favor, con esto no mal interprete mi comentario
anterior, el interés de querer informarse sobre un destino antes de acceder a
él, es excelente. Un buen viajero
investiga, pregunta y se informa antes de iniciar su ruta, tratando de
ser objetivo y coherente con el lugar que planea visitar, dejando los
prejuicios a un lado.
Recuerdo que en el año 2013 conocí a una joven pareja de esposos que decidió viajar a Galápagos,
aprovechando sus vacaciones anuales. Visitarían las encantadas por sugerencia
de una buena amiga que tuvo la oportunidad de ir antes. Les había transmitido
lo maravilloso del destino. Por su parte, ellos se lanzaron a la aventura por
siete días aunque lamentablemente al cuarto, adelantaron desesperados su vuelo
de regreso a Guayaquil, argumentando que era un viaje demasiado cansado. El viaje
en lancha desde Santa Cruz hasta Isabela, fue mortal para ellos. Decepcionados
por la experiencia concluyeron que habrían preferido viajar a un lugar calmado
de playa, sombrillas y cocteles.
Entonces ¿Qué causa
esa imagen irreal en las Islas Galápagos?
Nuestras queridas y ecuatorianísimas Galápagos poseen tanta
publicidad, tanta información y maravillosas fotos que encontramos en la red que
probablemente este colorido mosaico de divulgación hace que algunas personas pierdan noción de lo que
realmente representan: un Patrimonio Natural de la Humanidad, cuyo archipiélago
de origen volcánico con plantas y anímales endémicos lo convierten en un
laboratorio natural, atractivo para científicos y viajeros que aprecian la
naturaleza, las excursiones, las caminatas, la fotografía, la aventura. Galápagos
no es sinónimo de confort y lujo, no es
una isla caribeña, no es un destino cubierto de paisajes verdes y frondosos, no
es un resort, no es un parque de diversiones
con animales disponibles al antojo de
sus visitantes. Galápagos es un Parque Nacional.
La semana pasada escuché a una persona que exigía un paquete
turístico a Galápagos, para un familiar residente en los Estados Unidos. Era
importante que incluyera visitas a todos esos lugares bonitos que se ven en la
internet y que además pudiera ver toda su fauna típica o al menos la mayoría. Y
lo pedía así ya que su hermano hace dos años atrás visitó Galápagos y sus expectativas
cayeron al piso. Solo vio paisajes secos, áridos y demasiada caminata para su
gusto.
¿Qué debe hacerse en una situación así?
Si se es un agente de viajes, llenarse de paciencia y aclararle con lujos de
detalles al cliente lo que realmente representa un viaje a Galápagos. Si no le
gusta el panorama, la idea de recorrido y ajetreo, siempre hay otras alternativas donde pueda vacacionar junto a
una piscina o el mar.
Si usted señor viajero está pensando ir a Galápagos por
cuenta propia, por favor lea, infórmese y planifique su viaje conforme a lo que
le ofrece el destino con sus respectivos reglamentos y sus vacaciones serán una
aventura grata y satisfactoria. Recordando dejarse maravillar por lo sencillo y
natural. Valorando todo lo que nos ofrece la madre naturaleza por muy pequeño y simple que parezca, porque es allí donde se encuentra lo valioso de esta
tierra y siempre sonría, sea feliz y no deje de viajar.
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