El Caribe Colombiano es un destino de gran interés para los viajeros ecuatorianos debido al amplio abanico de opciones que brinda para disfrutar de unas vacaciones soñadas.
Probablemente, muchos ecuatorianos han tenido la oportunidad de conocer esta maravillosa isla localizada en el mar de las Antillas, caracterizada por su singular mar de siete colores, arena blanca, palmeras que bailan al ritmo del viento, un sol radiante, ese típico calor humano y carisma que ofrecen los colombianos para atender a los turistas. San Andrés es, sin duda, uno de los destinos caribeños más populares en el mundo.
Mi aventura empezó con una fugáz decisión de tomar vacaciones en compañía de unos amigos, aprovechando unos días libres que teníamos en común. Nunca está de más un viaje improvisado de relax. Gracias a la ayuda de un profesional en turismo, reservé un atractivo paquete turístico y dos días después estábamos volando rumbo a San Andrés.
Nuestra primera impresión al llegar al aeropuerto de esta colorida isla (era la primera vez que visitábamos aquel lugar) apareció al palpar la sencillez y amabilidad de su gente. A cada paso que dábamos siempre había alguien sonriente, saludándonos o deseándonos una excelente estadía. Nos hospedamos en un hotel de la cadena Solar, donde nos ofrecieron el upgrade de una habitación standard a una junior suite ¡Que felicidad!
Después de una refrescante ducha, salimos a recorrer a pie la zona comercial. San Andrés es un puerto libre de impuestos que desde los años cincuenta ofrece particularmente buenos precios en artículos electrónicos y licores. En San Andrés existen varios lugares para visitar, como es el caso de la Cueva de Morgan que envuelve muchas leyendas sobre un supuesto tesoro escondido y una vía secreta para ingresar a una playa casi virgen, mientras que el Cove es una bahía donde fondean los cruceros y es perfecto para busear. El Hoyo Soplador, un fenómeno natural conformado por varios túneles subterráneos que terminan en un solo agujero, expulsa un gran chorro de agua y aire comprimido cuando la marea sube y las olas se agitan fuertemente. La zona de San Luis, es un sector nativo de la isla que aún conserva su arquitectura típica caribeña.
Al llegar la noche decidimos deleitarnos con la gastronomía del lugar. Una lasagna de mariscos y un pescado en salsa acompañados de un delicioso vino blanco, hicieron gala aquella noche. Después de aquel banquete y con poca carga de energía debido al intenso día, decidimos cerrar la noche descansando temprano en nuestra cómoda habitación.
A las 07:00 estábamos listos en el lobby del hotel esperando el bus que nos llevaría nuevamente al aeropuerto para tomar un vuelo doméstico hacia la isla de Providencia. Nos dijeron que nuestro equipaje debía ser muy liviano, mejor aún si era una mochila por persona.
Existen dos compañías que dan el servicio de traslado desde San Andrés hasta el aeropuerto El Embrujo en Providencia: Searca y Satena. Los vuelos son operados por pequeños aviones bimotor con capacidad para 18 pasajeros, que tardan 20 minutos en llegar a su destino. La frecuencia varía de acuerdo a la temporada, por lo que es aconsejable comprar los pasajes con anticipación.
Ingresar a Providencia es entrar al paraíso, sobre todo para los amantes de la naturaleza. Es un lugar tranquilo rústico, inundado por ese misticismo característico que poseen los paisajes donde el hombre ha intevenido muy poco. ¡Es una pena que sean tan escasos en el mundo!
Las islas de Providencia y Santa Catalina, ubicada en el Mar Caribe Occidental, tienen una extensión total de 22 Km2 aproximadamente. En conjunto con la isla de San Andrés conforman el archipiélago colombiano de San Andrés.
Es interesante notar que en este lugar no existen lujosos hoteles ni edificios. No hay buses, ni grandes centros nocturnos; incluso el vehículo que nos transportó hasta el hotel fue una cómoda camioneta doble cabina, muy efectiva para el tipo de ambiente y terreno. Los medios de transportes utilizados por los pobladores son motos, bicicletas y unas pocas camionetas, las mismas que recorren la isla totalmente en menos de media hora.
El alojamiento se ofrece en casas que han sido acondicionadas para este tipo de servicio. Sólo existen dos cadenas hoteleras que tienen convenios con algunos de los propietarios de casas: Decameron y hoteles Solar. Nosotros seguimos la misma línea de San Andrés.
Nuestra habitación tenía un gran ventanal que daba frente al mar, la brisa fresca arrullaba y placía quedarse inmóvil disfutando aquel momento, aquel paisaje, aquella maravilla de Dios, pero nos tocó despertar de aquel letardo instantáneo y continuar con nuestro paseo.
Almorzamos y después recorrimos en lancha toda la isla, cruzamos el puente flotante de los enamorados que une Providencia con la isla de Santa Catalina, donde visitamos los restos de un antiguo fuerte que fue utilizado para defenderse de los piratas, para luego observar rayas haciendo snorkeling en Cayo Cangrejo.
Por la noche cenamos en un cálido restaurante muy cercano al hotel, que a pesar de su sencilla decoración se destacaba por su cocina gourmet con platos elaborados a base de cangrejo, langosta y pescado fresco acompañado del tradicional arroz con coco y fritos de pan de fruta.
Para finalizar una noche maravillosa fuimos a la playa Manzanillo en compañía de nuevos amigos que hicimos durante el paseo en lancha, para disfrutar de unos refrescantes cocteles donde Roland, personaje afrocolombiano muy popular en la isla por su fama de galán y su pequeño bas junto al mar.
Al siguiente día muy temprano en la mañana partimos de regreso a San Andrés. Era nuestro último día y no podíamos irnos antes de conocer Johnny Cay, pequeño islote cuyo ambiente tropical acompañado de comida típica y unas bebidas, invita a tumbarse sobre la arena y relajarse haciendo nada. Sólo saborear las últimas horas de aquel hermoso destino.
Fueron unas cortas y movidas vacaciones de cuatro días, una increible experiencia registrada en nuestro álbum de fotos. Como dije al inicio una aventura improvisada.
Enero 2009
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