Así es Margarita, isla caribeña ubicada al norte de Venezuela. Con una temperatura agradable y, lo mejor de todo, ubicada fuera de la ruta de los huracanes. Gracias a la invitación de la aerolínea SBA (ex Santa Bárbara), un grupo de agentes de viajes y periodistas de Guayaquil tuvimos la oportunidad de recorrer este destino con el propósito de descubrir los atributos que la señalan como una de las favoritas del Caribe.
Tras una parada obligatoria en la terminal aérea de Caracas, nuestro grupo arribó al aeropuerto internacional Santiago Mariño en la Isla de Margarita, donde una brisa cálida nos dio la bienvenida acompañada de un delicioso coctel de frutas.
Ubicado al noreste de la isla, en la playa Puerto Cruz, el hotel Dunes & Beach Resort nos alojó en su nuevo conjunto de edificios (que duplicó su oferta de habitaciones hasta llegar a más de 400) para disfrutar de sus cómodos ambientes, así como para deleitarnos de su comida en uno de sus restaurantes tipo buffet. Los mariscos son los principales protagonistas de la gastronomía típica margariteña, que incluye el sancocho de pescado, las arepas y las empanadas de cazón (pequeño tiburón cuya carne es desmenuzada y guisada).
Llamada también “La Perla del Caribe”, Margarita tiene como principales fuentes económicas el turismo y el comercio, esto último impulsado por ser puerto libre de impuestos.
Margarita tiene claramente demarcada su zona hotelera en la playa El Agua, que se extiende en la costa noreste de la isla para acoger innumerables de alojamientos que en su mayoría se caracterizan por ofrecer el sistema todo incluido. Esta zona es la favorita de los turistas, que en sus paseos también suelen disfrutar de las cercanas playas Parguito, Guacuco, Manzanillo, El Yaque y Caracola, y su variada oferta de restaurantes y bares, así como también por sus facilidades para practicar actividades deportivas, como el paracaidismo, manejar motos acuáticas o volar un ultraliviano.
En la costera Porlamar, al sureste de la isla, encontramos el punto focal de la zona comercial de Margarita, que también se exhibe en los poblados playeros de Pampatar, a pocos kilómetros al norte de Porlamar, y Juangriego, que atrae a los viajeros a la costa noreste de la isla.
Esas urbes tienen mucho que ofrecer para quienes deseen comprar en el mercado informal o en sus elegantes centros comerciales. Porlamar también es famosa por ser la mejor zona de discotecas de la isla, por lo cual legiones de turistas alojados en la zona hotelera vienen a este lugar para su diversión nocturna.
También resulta recomendable un paseo por la ciudad de Asunción, tierra adentro, donde se levanta el famoso cerro Matasiete y una historia singular. Resulta que allí tuvo lugar la batalla que dio inicio a la independencia de los venezolanos de la colonia española. Este hecho histórico se concretó cuando las tropas revolucionarias, al verse en inferioridad numérica frente a los defensores de la corona europea, ascendieron a ese cerro para desde allí lanzar colina abajo grandes rocas que al rodar mataban a cerca de siete españoles por cada piedra, según cuenta esta historia que llena de orgullo a los locales.
Devoción profunda
Un ícono importante que exalta el fervor religioso que existe entre los isleños es la Virgen del Valle, considerada la virgen de los pescadores. Es interesante notar su presencia en cada hotel que visitamos durante nuestra estadía, entre otros sitos donde se asomaban altares o monumentos dedicados especialmente a ella.
Esta veneración proviene de la época colonial y es conocida por sus múltiples milagros, según nos indicaron, como el caso de un pescador que estaba a punto de perder su pierna debido a la gangrena. La historia cuenta que este hombre de mar le suplicó fervientemente a la Virgen que lo sanara, tras lo cual a cambio él le regalaría la primera perla que encontrase al sumergirse en el mar.
Y así ocurrió. El humilde devoto se curó de manera inexplicable y, cumpliendo su palabra, se sumergió en el océano hasta encontrar una perla que, coincidentemente, tenía forma de pie. La preciosa joya natural fue donada a un museo que lleva el nombre de la virgen, localizado a lado de la Basílica Nuestra Señora del Valle, en La Asunción, sitio importante que cualquier turista debería visitar durante su estadía en la isla.
San Pedro de Coche
Continuando con nuestra aventura, el tercer día partimos rumbo al puerto El Yaque, en la costa sureste de la isla, donde tomamos una lancha que tras veinte minutos de recorrido nos condujo hacia la isla San Pedro de Coche, llamada informalmente Isla de Coche.
La isla puede considerarse una puerta al paraíso. Arena blanca, un calmado mar turquesa y palmeras bamboleantes por el viento convierten a este lugar en el perfecto escondite para quienes deseen alejarse del estrés citadino. El nombre Coche proviene de un término indígena que significa venado, lo cual se explica al conocer que antes de la llegada los españoles colonizadores estos animales abundaban en la isla.
Como de costumbre nos recibieron con un delicioso coctel en el hotel que nos hospedó, en este caso, el Coche Paradise, un complejo de hospedaje con piscinas sembradas de palmeras y playas de arena fina como azúcar. Después de asignarnos las habitaciones, iniciamos una caminata por la playa para apreciar que el windsurfing y kiteboarding son los deportes estrellas gracias a las condiciones de la zona: fuertes vientos y un mar pasivo.
Logramos atrapar los últimos rayos de sol de la tarde mientras disfrutábamos de las tibias aguas de la piscina principal, desde donde contemplamos cómo la caída del sol pintaba de colores anaranjados un cielo que poco a poco se dejó abrazar por la oscuridad caribeña.
En la noche, un poco más relajados y satisfechos por todas las actividades realizadas durante el viaje, compartimos un momento de camaradería sentados alrededor de una fogata en la playa. Unos tequilas nos acompañaron mientras el cielo nos regalaba un lienzo de negro intenso y brillante a la vez. Así conversamos, reímos, disfrutamos y recordamos nuestras vivencias de los últimos días ya que nuestro regreso estaba a pocas horas.
Publicado en Transport, junio 2010
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